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Cacería de bestias [Misión | Rango C]

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Darian
Darian
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01/09/2016

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Mensaje por Darian Miér Sep 07, 2016 4:48 pm

Especificaciones de la misión:

Una misión más, algo de dinero que ganar con tal de tener qué comer durante los días siguientes. A pesar de que no le gustase el hecho de tener que utilizar su magia, o llamarse a sí mismo un “Mago”, Darian se veía en la obligación de pillar algún trabajo de vez en cuando con tal de tener dinero para vivir. No era fácil sobrellevar su situación económica. A pesar de ser el primogénito de una familia de nobles, estos lo habían abandonado a su suerte luego de que la maldición de Inferno se hiciera presente en él, con lo cual sus bolsillos estaban vacíos a pesar de que en su niñez no había nada que no pudiera comprar con el dinero de sus padres. Había pasado de un extremo al otro, de tenerlo absolutamente todo a tener que luchar por conseguir lo mínimo. Algo triste, la verdad, pero que supo aceptar con el tiempo y luego de mucho pensar con la mente fría, asimilando el hecho de que era un peligro el que se mantuviera cerca de la sociedad. Una vida solitaria e itinerante, como un nómada que recorre Fiore siempre alejado de cualquier pueblo, ciudad o aldea. Esa era su vida, así sería siempre, o al menos a eso estaba resignado desde el día en que fue abandonado a su suerte.

Debe estar cerca… ―susurró Darian, parado delante de una huella de gran tamaño marcada sobre la densa capa de nieve que cubría el suelo. Llevaba ya casi dos horas en la búsqueda de la bestia que tenía a los habitantes del Monte Hakobe en vilo, durmiendo con un ojo abierto con tal de no ser tomados por sorpresa. Su misión era encontrar y eliminar a dicha bestia, devolviendo la paz al monte y llevándose algo de dinero en el proceso. Sin embargo, la situación no era la mejor para el mago, puesto que el frío natural del monte le jugaba en contra a la hora de querer activar su magia. Inferno le daba la capacidad de expulsar calor a niveles obscenos, pero si se lo enfriaba, fuera con agua o nieve como era el caso, tardaba mucho más en recuperar la temperatura necesaria para su estilo de lucgar. Eventualmente podría hacerlo, pero si se topaba con la criatura antes de lograrlo… las cosas se complicarían, y bastante además. Podía forzar el sobrecalentamiento de su cuerpo, pero esto conllevaba un gasto mucho más extremo de su magia al tener que sobreponerse a un frío tan intenso como aquel que azotaba día a día al monte.

La huella no parecía la de un animal terrestre, por lo que se descartaba totalmente que la bestia en cuestión fuera un Vulcan de gran tamaño. Aquella marca dejada sobre la nieve asimilaba a la de las patas de un ave, siendo fácil apreciar las enormes garras que poseía la bestia que había pasado por allí. ¿Un Blizzardvern, quizás? No, era imposible, no existían registros de que uno de ellos alcanzara tal tamaño en el Monte Hakobe. Entonces, ¿Qué demonios había dejado esa huella en la nieve? Debía averiguarlo, y pronto, ya que pelear a ciegas contra una criatura que no conocía... era prácticamente un suicidio.

El resonar de un alarido en la lejanía lo obligó a ponerse en guardia, elevando la mirada en dirección a la fuente de tal rugido. El viento frío movió su cabello furiosamente, al tiempo en que sus pupilas se achicaban al enfocar un par de enormes garras que se acercaban rápidamente a su posición. Sorprendido, Darian no fue capaz de hacerse a un lado lo suficientemente rápido como para no recibir daño por parte de dichas extremidades, llevándose un corte bastante profundo sobre su brazo derecho. La criatura que estaba buscando, un grifo de plumas blancas y de un tamaño monstruoso en comparación con sus pares, desapareció de su campo de visión antes de que pudiera hacer nada, notando recién entonces que estaba completamente a su merced. Había entrado en su territorio, estaba jugando de visitante frente a un monstruo que no dudaría en matarlo si encontraba la oportunidad.

Tsk, maldición ―en sus labios se dibujó una media sonrisa, denotando la irrefrenable emoción de verse en una situación en la que debía confrontar a un oponente que tenía ventaja sobre él. Retirarse, huir… esas palabras no existían en su diccionario, ni las registraría jamás― Bien, veamos que tan bien aguantas el calor ―susurró, concentrando toda la magia posible en sus brazos, logrando que se calentaran lo suficiente como para encenderse cual barras de hierro al fuego. Ya preparado, Darian esperó paciente a que el siguiente movimiento del grifo fuera ejecutado, concentrado en la tarea de reaccionar a tiempo. Las estrategias no eran lo suyo a la hora de luchar, prefería simplemente lanzarse con toda su fuerza y poner en la balanza su poder contra el de su enemigo, pero en una situación tan desventajosa como en la que se encontraba no le quedaba otra más que planear algo.

¡Te tengo! ―vociferó al notar como la criatura se acercaba una vez más, esquivando su golpe para luego aferrarse a una de sus alas con sus manos encendidas. El grito de dolor de la bestia resonó en todo el monte, seguido del sonido de ramas rompiéndose al verse en la tarea de sacarse de encima al mago de fuego que se había aferrado a su lomo. Las manos de Darian quemaban las alas del grifo, encendiendo su cuerpo en llamas. El único trabajo del joven fue mantenerse aferrado a su contrincante, esperando pacientemente a que la bestia terminara de desgastarse producto del cansancio y las quemaduras. Eventualmente el grifo terminó cayendo, con las alas quemadas y gran parte del cuerpo chamuscado. Fue entonces cuando el joven mago puso final a su sufrimiento, aplastando su cabeza de un puñetazo encendido al rojo vivo. Hecho esto, Darian se dejó caer sobre sus rodillas, tratando de normalizar el ritmo de su respiración. Su cuerpo presentaba varios cortes pequeños, producidos por el choque de ramas en las maniobras del grifo con tal de sacárselo de encima― Jamás me acostumbraré a esto… ―susurró, mirando de reojo al grifo ya muerto y con el cuerpo cubierto de quemaduras graves. Esa imagen era la mejor forma de definir su magia: Algo hecho para matar, matar y nada más― Y por ello no puedo volver ―resignado, el muchacho tomaría una prueba de la muerte de la bestia y bajaría a las faldas del monte, donde buscaría a quien debía de pagarle por el encargo cumplido.

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