"La nobleza no es algo que se transmita en la sangre" | Jarleth Cthaeh

Magnolia... Mi lugar natal y uno de las ciudades más hermosas que podía conocer. Mantenía la cabeza gacha, siendo que intentaba que no me reconocieran. Mi titulo, muchos creían era algo que me convertía en una clase especial de persona pero la verdad es que era un hombre común y cualquiera. La capa cubría parte de mi cabello, además de mi rostro, sin contar que ocultaba mi vestimenta particularmente elegante. Observaba de un lado a otro, intentando encontrar lo que estaba buscando. Un lugar donde pasar el rato. La mayoría de las personas se encontraban atendiendo sus diversos problemas, además hablaban de sus tareas diarias. Mercaderes, comerciantes y otro tipo de hombres que vivían su día a día. Sentía un poco de envidia, dado que ellos podían disfrutar de una libertad de la cual yo no podía hacerme merecedor, después de todo, yo tenía que someterme a otro tipo de exigencias. Exhale con fuerza, preguntándome como pude aguantar 18 años de ser un niño mimado.

El sol brillaba en lo más alto de su zénit, siendo que marcaba el mediodía. Mi hora favorita. Escuche un ruido proveniente de una de las tiendas, siendo que observe a un sujeto con un tatuaje en la cara fastidiando a uno de los mercaderes. - ¡Ya te lo dije! Si no pagas, se te acaba el negocio. - Un criminal... No podía permitir que la ciudad se manchará con esa clase de gente. Camine con lentitud, siendo que me acerque hasta aquella persona para después de eso, intentar negociar con él. - ¡Calma! No debe agredir así a este pobre hombre... - Sin dudarlo, aquel sujeto, intento lanzar una bofetada. Una que intercepte sin ningún tipo de esfuerzo. Planeaba golpearme como si solo fuese un niño entrometido, pero yo contaba con un poco de entrenamiento, así que simplemente no iba a permitir que me tratará de esa forma.

Capturando su muñeca, comencé a apretar de ella provocando que por el dolor poco a poco se fuera reduciendo a la mitad de su tamaño al arrodillarse. Tragaba saliva, intentando hablar, siendo que me apiade de él, liberándole. Me cruce de brazos para observar como entre maldiciones se retiraba, un poco sorprendido que un niño le retuviera. Sonriendo, no podía esperar menos. Me giré para despedirme del mercader con una sonrisa, siendo que notaba la gente reuniéndose a mi alrededor para intentar preguntar o algo. Prefería que mi identidad se mantuviera en secreto. Por ahora, seguiría con mi paseo, seguro que en unas dos o tres horas mis padres notarían que no estaba en la residencia.