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"Vie sanguine." —Expediente, Mors Sanguinis—

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Mors Sanguinis
Mors Sanguinis
Crime Sorciere
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Mors Sanguinis está


Mensaje por Mors Sanguinis Dom Sep 18, 2016 4:51 pm














Mors Sanguinis In Paradiso Rubro

Conde de Crime Sorciere, Devil Slayer de la Sangre, Varón de 31 años, Bisexual, de Era.

In Sanguine
Mors Sanguinis, un completo conde. Al igual que la difunta Condesa, Sanguinis posee el suficiente carisma de la nobleza como para brillar más allá de los simples condes. Elegante y culto como un rey, fue educado en las estrictas normas y desde su postura a su vocabulario, gestos, expresión, incluso actos reflejos parecen calculados para ser tan vistosos y elegantes como un perfecto vals. Disfruta, realmente, de las fiestas noblescas, fue instruido en varios artes en los que cualquier noble debía destacar. En su niñez ya se reconocías habilidad indiscutible como artista, especialmente como pianista compositor. En ocasiones se exhibía una pintura en la mansión, o en otras se apreciaba un baile entre él y otra niña. De esos años nació aquella costumbre en destacar tan sutilmente. Sin necesidad de gran alboroto, su presencia era motivo suficiente para mirar en su dirección, y con el tiempo aquello solo fue a más. Convertido en un apuesto caballero, nada falto de encantos y posición, poco a poco se convirtió en la comidilla de muchos y muchas. Se acostumbró a ser visto como noble y no como persona, preocupado por el bueno nombre tanto como la Condesa, su madre. Organizaba fiestas, banquetes, acudía a bodas y actos, y en varias ocasiones aprovechaba aquellas fiestas con unos intereses propios. Había rumores sobre su libertinaje, más no era conocido nada en concreto.

La realidad es que esa vida es la que le gusta. Crecido en una casa ostentosa, criado para la imagen y apariencia, había cierto encanto en aquel mar de mentiras traiciones y romances, como vivir dentro de una novela con cientos de protagonistas. Saberlo y aún así jugar es un aspecto extraño del hombre, una de esas partes inexplicables que forman al ser humano. Sin embargo, no todo es alegría en la vida de Sanguinis. Los lazos, aún sin ser de sangre, con su padre y su madre son fuertes, y con ambos muertos y su historia contada, no puede evitar sentir una presión oprimiendo su cuerpo. La realidad es que lleva tristezas en su interior desde hace años, suficientes como para que haya arraigado, como una flor perversa. Ha pasado por ira, culpa, autodesprecio. Ha sentido todo el pesar posible, con la vana ambición de ver a alguna deidad devolverle a sus padres, pero sin ningún éxito. Finalmente aquello dibujó la culpa característica en Mors, no sabía nadie qué, pero dentro del carismático Conde, había un resquicio pesado, repulsivo incluso.

Esa es la dualidad de Mors. Confundiría a cualquiera con una retórica, o los engañaría con falsas sonrisas y poses, más de ser descubierto en esa miserable parte, sentiría vergüenza y culpa. Esa culpa que le llevó a abandonar por años la mansión, y que lo impulsa en realidad.

Rubrus Antiquus
Tres décadas ha que una pequeña mancha roja decoraba la fuente de la Condesa. Venido de un desconocido lugar, un humano, rodeado en un paupérrimo barquito de madera astillada flotaba sobre la fuente, amplia y rocosa, con dragones pétreos de decoración, moviéndose al son de un viento gélido de invierno en Era, dibujando trazos discretos por la luz diluida de la luna, gracias a los varios árboles que la rodeaban en el jardín. La criatura alarmó con su llanto a la Condesa y al servicio, y pronto se entregó la escena de tan poderosa mujer aliviando aquel llanto humano entre sus brazos.

La Condesa era una de las más hermosas mujeres de Fiore, y en Era se consideró la más bella. Su clase y excelencia decoraban un gusto social casi excéntrico. Era, sin duda, una reina en aquel lugar. Hombres y mujeres admiraban su interminable melena, tan roja como una cascada de sangre virgen. Un rostro inigualable en suavidad y filo, y ojos a la par con su cabello. Se le conocía por aquella belleza y sus inigualables reuniones, fiestas y actos nobles. Pocos sabían la naturaleza real de la Condesa. Desterrada de los demonios por sus ideales y su romance, desterrada de su raza y su hogar. Antes de Condesa, la mujer fue una poderosa demonio, con un dominio sobre la sangre aterrador. Poderosa no solo con su maldición, sino también con sus conexiones, subida de rango en los mismos infiernos. Y sin embargo nada evitó su caída. Siglos atrás, esta poderosa mujer fue cautivada por no solo el poder, sino el propio ser de una criatura. Un bello dragón con escamas que parecían rubíes. La futura Condesa acudió a su atención durante años, y el amor imposible surgió entre el reptil y ella. Aprendió a amar, e incluso aquel dragón le habló de su propósito por engendrar a un hijo con sus poderes. Sin embargo, la facción de los demonios encontró a la pareja, y prontamente atacaron en masa. Abatieron a la bestia, y a la demonio la desterraron, en favor de todos sus años de hechos. Después de aquello no pudo volver a mostrar su aparente demoníaco, condenada a un hermoso cuerpo humano.

Encontrar al pequeño fue considerado una señal, quizás por su cabello rojo, o quizás por sus ojos, de azul profundo, como los de su amor. Fue adoptado como heredero de la Condesa, nombrado Mors, y Sanguinis como segundo nombre y nombre de su padre.  El humano, con pocos años, se acostumbró fácilmente a la vida con la Condesa. Esta le criaba con cariño, como le enseñó el dragón. Lo cuidaba, le enseñaba artes nobles, escritura, música, pintura... Y con los años, la propia Condesa comenzó a instruirle en la magia de sangre. Sin engaños, la Condesa siempre fue sincera con su hijo, y le explicó la diferencia entre él y un hijo de dragones, aunque siempre trató a Sanguinis como el padre del muchacho, y este así lo creyó. Pasaron años felices, casi la mitad de la vida del muchacho. Él aprendía, amaba a la Condesa y crecía enseñado por una magia que creía especial. Sin embargo, la Condesa sabía que no era aún en lo que quería convertirlo. Aún no era un Devil Slayer. Así fue como, a la edad de catorce años, en una noche que parecía apacible, en la habitación del pelirrojo se escuchó un desgarrador grito, un alarido de dolor. Aquello despertó a Mors con una escena inolvidable. Una madre, sangrante y sonriente, con una lacrima rubí brillante en las manos que lo miraba. Alrededor, habían sirvientes, hombres y mujeres aguantando lágrimas por su señora, mientras esta, con clara debilidad, tomaba al adolescente entre sus brazos, acunándolo como la primera vez, mientras, paralizado, podía sentir un ardor en el pecho, donde la Condesa oprimía con la esfera. "Da igual lo que digan, tus orígenes o tu raza. Eres el Dragon Slayer de la Sangre, hijo del dragón Sanguinis y la Condesa Ensanguina." Pocos segundos más tarde, ella caía muerta, y él inconsciente, convirtiéndose en Conde de Era.

La escena conmocionó al, ahora, Conde. Durante los pocos meses siguientes, los criados intentaron hacerle volver a ser como era. Jovial, alegre, trataron de devolverle la sonrisa, sin ningún éxito. Explicaron lo que había recibido de la Condesa, que aquello era un alma de demonio cristalizada. Lo había convertido en un Devil Slayer, capaz de alimentarse de sangre y producirla. Y cierto era, que sus poderes normales se habían vuelto mayores, sin embargo, aquello no animaba al muchacho. Solo le quedaban las palabras de la Condesa, las historias de su padre, y aquella lacrima en su interior. Finalmente, un año más tarde, abandonó la mansión en Era, queriendo hallar respuestas. ¿Qué debía hacer con lo que sus padres le habían dado aún con su vida como precio? ¿Qué camino debía seguir para no hacer desvanecer aquello que portaba?  Viajó durante años. Su vida noble no lo acompañaba, aunque siempre portó orgulloso su nombre de Conde. Sanguinis  realizaba trabajos con tal de comer mientras aún quería hallar un camino, sin embargo, la culpa de portar su poder cada vez se hacía más patente, y atormentaba los sueños del Conde de cabello rojo.

Sería  con veintidós años cuando él fue quien requirió la ayuda. Sus años de divagaciones le habían llevado a las afueras de Crocus, en una posada a medio esconder, lúgubre realmente. Allí, la noche pasaba lentamente con los gritos de la ciudad de fondo, una capital extremadamente activa para el Conde calmo. Sin embargo, en un punto de la noche, los gritos llegaron a la planta baja de la posada. Venido de la nada, un sonido de madera rompiéndose y un humo denso ascendieron hasta la habitación. Asomado por una ventana pudo ver un grupo de risas y formas difusas por la humareda, junto al brillo típico del fuego. Con intención, él y los demás inquilinos, de huir del edificio, tropezaron con un muro de llamas en las escaleras, atrapados en la alta torre. Pareció el fin. Sin embargo, otro estruendo, fuera del horno en el que se había convertido la estancia avisó de la llegada de los que serían salvadores. Un nuevo grupo reducido abatió a aquellos criminales y las llamas, liberando a todos los residentes. Mors tuvo una pulsación desde lo más profundo de su sangre, se dijo, y se acercó a uno de los héroes. Este le habló del gremio Crime Sorciere. El Conde sintió su necesidad, redimirse por la culpa que sentía al haber arrebatado la vida a sus padres. Regresó a Era y tomó partido en sus labores de Conde rápidamente. Dejó todo listo tras años de trabajo, tras los cuales se uniría a Crime Sorciere.



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Titania
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Mensaje por Titania Dom Sep 18, 2016 4:53 pm

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