El calor de la fe -Jarleth/Theresia-

30/08/2016

"... Con cariño, Flora."

La joven dejó la pluma a un lado, y releyó las cinco líneas que componían su carta, al finalizar, sonrió con satisfacción. Lamentaba no haberse despedido propiamente de sus hermanos, pero sabía que uno intentaría detenerla, mientras que el segundo insistiría en acompañarla, y aunque la compañía no estaría mal, sobre todo en las noches solitarias como aquella, no quería que sus padres se preocuparan al doble por la fuga de dos de sus hijos. Suspiró tras su momento reflexivo, doblo el papel y estampó el sello de la Noble familia Dietrich para que supieran que se trataba de ella y no de algún estafador.
Guardó la carta en el bolsillo de su túnica y se decidió a salir de la habitación que pagaba para dormir. Enviaría la carta esa misma noche, para que a primera hora sus hermanos la recibieran.

Se abrigó y salió, la noche estaba fresca y a lo lejos se veían las nubes grises que anunciaban una tormenta. Flora apretó el paso, aunque las tormentas en la ciudad no le significaban ningún riesgo, no quería pillar un resfrío durante su viaje. Antes de llegar a su destino, comenzó a caer la lluvia, ligera en un inicio, pero arreció al poco tiempo. Flora se arrebujó entre su túnica y corrió a buscar refugio, encontrándolo dentro de una iglesia que tenía las puertas abiertas y algunas luces encendidas.
Empapada, se sentó en una de las largas bancas de roble y se quitó la túnica empapada para dejarla secar. Frotó sus manos y se puso en pie, acercándose a un altar con velas encendidas, ahí intento entrar en calor.

01/09/2016

¿El calor.. de la Fé?

UNA SIMPLE GOTA EN LA DENSA LLUVIA

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Cuando el clima es malo como el día de hoy, lo ideal para Theresia es quedarse en casa, leyendo un libro o algo por el estilo.. El problema es que no está ni cerca de su casa, y la lluvia es tan fuerte que si se pone a recorrer Magnolia sin rumbo en busca de una posada, acabará pescando un resfriado, o haciendo que su caballo se enferme, y ambas cosas son malos resultados. Tras pensarlo por un momento, refugiada bajo un techo lleno de goteras, decidió ir a una Iglesia que vio al llegar a la ciudad. Al menos allí no habría goteras, y si tenía suerte, hallaría alguna chimenea donde secar su ropa de recambio.. Eso le encantaría.

— Creo que tenían un establo también.. — Murmuró para si misma, mientras recorría junto a su caballo las calles hasta su destino, a una velocidad considerable, para llegar lo menos empapados posible. Y en unos pocos minutos estuvieron allí, Theresia dejó a su caballo descansar en el establo, tomó sus cosas, y sin pensárselo dos veces se dirigió a la entrada del edificio, quería secarse pronto.

Ya que las puertas estaban abiertas, simplemente entró. No pudo evitar sentir un gran alivio al cambiar de ambiente, pues estar dentro de un lugar -más o menos- calefaccionado, era mucho mejor que estar bajo la lluvia y el viento.

***

Miró alrededor, en busca de una chimenea, pero no parecía haber ninguna, el único fuego allí era de un altar con velas encendidas, al cual no dudó en acercarse. Centrada en sus cosas, de su bolso sacó un toallón de color blanco, y se secó el cabello. Fue allí cuando, tras mirar al costado, notó que no estaba sola. Había una chica más, y al parecer llevaba un tiempo allí, desde antes que ella llegara al menos.

— D-Disculpa, no te había notado.. — No le tomó mucho tiempo notar que la otra chica también estaba empapada, así que le ofreció el toallón. — Puedes usarlo si quieres, o pescaras un resfriado — Sin más, le sonrió a la otra chica. No era nadie que conociera, pero si podía darle una mano, lo haría.

Besos a mi amor secreto.